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  • Foto del escritorLIDIA MORALES REY

EN LA BRECHA


Ciclistas contra conductores, una “guerra de bandas”


¿Cual es el verdadero origen de la división?

El ser humano, es un ser categórico, esto quiere decir que antes de darnos cuenta ya tenemos el mundo y parte del universo clasificado, las categorías, nos ahorran mucho trabajo, permiten que tengamos las manzanas en una cesta que pone “manzanas”, las peras en una que pone “peras”, las fresas en la cesta que pone “fresas”… el problema viene cuando lo que buscamos es la cesta de la fruta.

Tenemos que dar respuesta, entre otras, a dos preguntas fundamentales; ¿Quién soy? y ¿ A Dónde pertenezco?



Ambas responden a profundas necesidades humanas, la de identidad, y la de pertenencia a un grupo.

Mediante la categorización como si de una máquina etiquetadora de supermercados se tratase se ponen nombre a las cosas (identifican) y se ubican en una estantería (en su grupo de pertenecía), damos respuesta a nuestras dudas y gestionamos la incertidumbre.

De esto modo tenemos todo tipo de artículos separados: blancos, negros, amarillos, hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, tú, yo... y por supuesto, ciclistas y conductores.

Ahora retomamos la pregunta que encabeza esta reflexión: ¿Cual es el origen de brecha?



“El origen de la brecha es la escisión del ser humano por esa necesidad de etiquetarse así mismo, separándose del todo, para ubicarse en lo conocido; yo soy conductor, pertenezco a este grupo, y mi colectivo tiene estas normas y las normas de tu colectivo entran en conflicto con las del mío , sobre todo ahora que nos disputamos un recurso escaso, un bien común, en este caso la carretera

En este punto cabe recordar un famoso experimento que demuestran como cuando nos identificamos con un grupo, automáticamente los que no están con nosotros, están contra nosotros y son enemigos.

Mediante el experimento de la cueva de los ladrones,  un famoso estudio de psicología social realizado en el año 1954 por Muzafer Sherif y Carolyn Sherif.



El profesor Sheriff establece “la teoría del conflicto realista” para explicar cómo un grupo de niños , en un campamento de verano, bajo las condiciones establecidas ,pasan por tres fases: una primera de identificación con su grupo , una segunda de fricción con el grupo contrario cuando tienen que competir por un bien escaso o común, en esta fase se crean los estereotipos y prejuicios, se crea la brecha respecto al otro grupo, y finalmente propone una tercera fase de integración en la que logra que los grupos diluyan el conflicto mediante la creación de un meta supraordinada, que requiere de la colaboración de ambos para ser conseguida, y que además diluye las diferencias.

Se destaca aquí el papel de la meta supraordinada porque sería la clave para establecer un entendimiento entre grupos de cualquier índole.

 ¿Qué hacemos cuando llega la tragedia?

Somos especialistas en gestionar los sucesos como espectadores, aludiendo a las normas como los ladrillos de un muro que en realidad esta carente de cimientos.

Las normas son construcciones sociales, sin duda necesarias para regular el caos, pero en ningún caso deben suplantar la capacidad de conectar con el otro, no deben usurpar la empatía, el tratar de sentir o imaginar aunque sea un ápice, como se siente el otro, como ha podido llegar a su situación, incluso pensar si cabría la remota posibilidad de ser tú el que está en su lugar en vez de en el sofá de casa, mirando el mundo desde una pantalla y juzgando cómodamente, norma en mano.



“Le han atropellado… porque no iba lo suficientemente pegado al arcén”

 “se lo merecen por no respetar las normas…”

“claro no llevaba el alumbrado requerido…”

“si se hubiera llevado el móvil..”

“tenía que estar federado, asegurado, …”

Necesitamos desarrollar la inteligencia emocional, entendida como la capacidad de gestionar las emociones propias tanto como las ajenas.

¿Qué ganamos negando la evidencia?

¿Qué ganamos cuando volvemos la vista a la tragedia y damos carpetazo?

Ya lo dijo el psicólogo Leon Festinger cuando propuso “la teoría de la disonancia cognitiva” como fórmula para el autoengaño.

Ganamos el terminar con la disonancia cognitiva o brecha psicológica , entre mi sentimiento de que quizás podría hacer algo y ese otro de que en realidad no voy a hacer nada, así que fabrico la excusa socialmente aceptada, la norma, que me permite excusar el hecho de que no voy a hacer nada ni siquiera voy a sentir nada y en ello mi conciencia, mi disonancia queda adormilada de nuevo.

¿Qué pierdo negando la evidencia?

No pierdes tú, ni pierdo yo, perdemos todos.

La capacidad de funcionar como grupo unificado capaz de gestionar las emociones propias  y las de los demás, capaz de ponerse en un lugar del otro y salir del patológico yoísmo , perdemos la capacidad de gestionar con amor el hecho de que no somos etiquetas de una estantería empaquetada individualmente y desconectada del resto, no somos conductores contra ciclistas, hombres contra mujeres, homosexuales contra heterosexuales , no somos algo inerte envuelto en etiquetas con normas o ingredientes y valores nutricionales según requiera la metáfora.

Juntos somos una fuerza capaz de avanzar en una dirección, divididos, no vamos a ningún sitio.

Ganamos cuando creamos una categoría supraordinada en la que todos tenemos cabida. No somos tu / yo, nosotros / vosotros, sino que somos todos.

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